Se cuenta que un grupo de diez sabios decidieron hacer un viaje juntos para
compartir su sabiduría y enriquecerse mutuamente intercambiando sus
herramientas de aprendizaje y metodologías.
Pero también querían divertirse y una de las noches acudieron a una ciudad en
la que se celebraba una fiesta local. Cenaron copiosamente, bebieron, bailaron
y de madrugada se dispusieron a volver a su campamento situado al otro lado
de un gran río.
Para cruzarlo, cogieron una barcaza que había atada a un árbol y fueron
remando un poco confundidos por la niebla que les rodeaba. Finalmente
llegaron bastante mareados y algo dormidos, a la orilla opuesta y ya en tierra
decidieron contarse, en medio de bromas y carcajadas, por si acaso alguno
había caído al agua. Pero al hacerlo descubrieron que solamente eran nueve.
¿Dónde estaba el décimo de ellos?
Buscaron entre los arbustos y la maleza que crecía al borde del río pero
cuando volvieron a contarse seguían siendo nueve. La situación era
angustiosa. Uno de ellos se había extraviado definitivamente. Comenzaron a
gimotear y a quejarse culpabilizándose de no haberse mantenido sobrios.
Entonces llegó el barquero que les había facilitado la embarcación y observó a
los sabios que otra vez se estaban contando. El barquero descubrió enseguida
lo que estaba pasando.
Resulta que cada hombre olvidaba contarse a sí mismo.
Así que les fue propinando una bofetada a cada uno de ellos y les instó a que se contaran de nuevo.
Fue en ese instante cuando contaron diez y se sintieron contentos de estar ya lo suficientemente despiertos como para no olvidarse de si mismos.
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