Reloj
jueves, 30 de enero de 2014
Te pido la luna
Un amigo es aquella persona que escucha y pide que le escuches, que te quiere y hace que te quieras… Al que no hace falta decirle nada cuando estás mal o tienes el corazón doblado… Lo sabe, lo intuye al verte, te sondea con la mirada. Sencillamente, te acercas y con la expresión de tu cara ya sabe que necesitas saber que está ahí, aunque sea para darte silencio… Para que notes que hay un pequeño reducto donde puedes estar tranquilo y yacer sin contar nada, ni responder a preguntas incómodas. Un pedazo de cielo… Eso ya es el cielo.
Alguien que te será leal cuando el resto se sumen a la marea de críticas por miedo, por ignorancia o por tendencia. La gente se apunta a todo, incluso a sabotear a los demás, sin razón aparente porque tienen pánico a dejar oír su voz o sentirse diferentes.
Un amigo es aquel que no teme ser diferente por estar a tu lado. Aquel que no teme que le señalen por estar contigo. Si tienes una relación así, no pidas más, lo es todo… Eso ya es la perfección.
Las relaciones son como los puentes, estructuras pesadas sobre un río caudaloso cuya solidez depende del ímpetu del agua, del paso de los transeúntes y de los materiales con que se ha construido. Las falsedades y engaños son materiales vagos, flojos, no aguantan los embates propios de los malos momentos… Y siempre hay malos momentos porque todo pone a prueba nuestro cariño. Momentos sordos, momentos de pánico y tensión. Tomamos una cuerda frágil, a veces y cada uno la tensa, hasta que sangran las manos y se pierde el sentido de todo… Hasta que te obcecas más por vencer que por reconciliarte. Hasta que ya no sabes qué defiendes y vas a aniquilar al contrario, que hace unos minutos era parte de ti. Aunque… Bajamos tanto el listón a veces para no quedarnos solos, para que nos quieran… Parece que pidamos limosna de cariño y acabamos aceptando, comprando una idea de amigo que parece un regateo. Los amigos no juegan contigo para aumentar su ego. No te hunden para sentirse por encima. Un amigo es alguien que se plantea siempre si con sus actos puede hacerte daño y busca la manera de hacerte bien… Que respeta tus silencios y tus palabras, que sabe que vas a equivocarte, pero tiene claro que te perdonará. Y que espera lo mismo por tu parte.
No se trata de que nuestros amigos sean de esas personas capaces de conseguirnos la luna, sino que sean de esos que sin saber cómo harán lo imposible para traérnosla… Aunque al final no puedan. Eso ya es la luna…
sábado, 25 de enero de 2014
En tu bolsillo...
Necesito tu compañía en este tramo del camino.
Necesito contagiarte mis risas y abrazarte cuando tirite de frío. Cuando no pueda levantarme apenas porque me duela el alma o me falle el cuerpo, te pediré que me tiendas la mano para sujetarme y que me recuerdes el rumbo. Cuando me sobren energías y esté harto de lágrimas, secaré las tuyas y te recordaré que todo lo puedes, si todo lo luchas y todo lo buscas. Repetiré tu nombre en voz alta y en seguida recordarás el hambre constante que tienes de superarte. Te dibujaré en la mente de nuevo el día que soñaste que podías, para que lo atesores y no desfallezcas… Y te diré que lo conseguirás, sabiendo que si no sucede, te recogeré del suelo, te curaré las heridas y te diré que no pasa nada… Que mañana lo intentaremos de nuevo, de otra forma… Que no se me acabarán las ideas, que me sobrarán las ganas que a ti te faltan si te hundes. Que donde no lleguen las fuerzas, llegaran las locuras… Que no desistiré ni saldré corriendo a pesar de tener miedo, digan lo que digan… Estaré siempre, siempre… No me asusta esa palabra ni lo que conlleva.
Y que voy a estar ahí el último día suplicando que no sea el último.
Y pido mucho a cambio. Lo sé.
Quiero tus ojos cuando no pueda mirar lo que me espera y tus oídos para que me escuches si necesito calmar mi sed de vida con palabras, si mi pecho necesita vaciarse contándote mil historias. Quiero tus manos para enderezarme, si me aparto de mis sueños y me dejo llevar por estupideces.
Quiero que me arrastres al agua si estoy seco y me apartes del fuego cuando vaya a quemarme. Y que me digas lo que piensas, aunque duela… Sobre todo si un día no merezco el respecto de tu mirada.
Y cuando pase el tiempo y me haga anciano, si me encojo y me hago pequeño, me tomas en tus manos y me llevas en tu bolsillo. Que te note cerca y seas mi consuelo.
domingo, 19 de enero de 2014
Las mismas palabras que nos juntaran mañana
Siempre he confiado mucho en las palabras. Los que me conocen lo saben. Confío en ellas sin fisuras. En su valor, en su capacidad de movilizar conciencias, en su elasticidad… En su poder para remover lo intacto y estático y crear algo nuevo, engendrar vida, darle la vuelta a las situaciones. Siempre he buscado locamente las adecuadas. Como si fueran únicas, como si fueran pócimas maravillosas que obran cambios imposibles. Porque es cierto, se evaporan, se funden si no les das importancia, se mueren si no las escuchas y les concedes un minuto para llegar a ti y salpicar tus entrañas. La palabras perecen.
Siempre he pensado que si era capaz de encontrar la palabra que podía llegar al corazón de cada persona sería capaz de tocar su alma. Hacerle entender lo que necesito explicar, hacer que me escuchara… Hacer que el resto de mis palabras llegaran al umbral de sus necesidades y su voluntad. A menudo, rozando la impertinencia. Aunque tal vez me tocó la presunción, las ganas, las ansias de poder cambiar cosas sólo con palabras, algo tan efímero que se borra, se omite, se encadena al viento y se fuga de nuestros oídos y cabezas. Algo que yo creo sólido pero que no tiene densidad ni peso…
Tal vez, he llegado a pensar… Les di demasiado poder porque precisamente siempre tuve presente el poder que tienen las palabras sobre mí. Porque las vivo, las escucho, las leo, las saboreo, las incorporo a mis pasos… Para mí escribir es vivir y dar una palabra, la palabra justa, es dar una parte de la conciencia, un pedazo de algo intocable pero altamente valioso, un contrato de honestidad, de sinceridad, de belleza incluso… La belleza que tiene lo imaginado, lo soñado… Un lugar donde discutir, charlar… Donde reflexionar e intentar ser mejor cada día.
No todos le dan el mismo valor a las palabras y no tienen por qué. No todo el mundo cuando dice “te quiero” ama con la misma intensidad, no todos están dispuestos a dar lo mismo, a recibir lo mismo, a responder de la misma forma y vivir en consecuencia. Hay muchas clases de amigos, de compañeros, muchas clases de vidas y de personas que se cruzan en la tuya.
Palabras como amistad, confianza, lealtad, fidelidad, valor, miedo, cariño, compromiso, promesa, deseo, sueño, felicidad, perdón… Y millones de palabras más no implican a las personas del mismo modo, no las comprometen igual, no las conmueven igual. Al final, nos damos cuenta de que a pesar de compartir complicidades cada día, interactuar y mezclar nuestras vidas con los demás, nos comunicamos usando códigos distintos. Usamos el mismo material para decirnos lo que queremos, buscamos, sentimos, pensamos, necesitamos… Las palabras… Aunque no todos les damos el mismo valor. Y a veces es muy difícil entrar en cabeza ajena y saber qué pasa por ella, interpretar un mal gesto, una mala respuesta, una mirada extraña… El descubrir si alguien te chilla porque no te respeta o es su forma particular de llamar la atención porque cree que tú no le haces caso… Saber si tus escasos “te quiero” son el resultado de una merma en ese sentimiento o tu necesidad de decirlo poco para que el otro sepa que cuando lo dices es verdadero. ¿Verdadero o falso? Se convierten en dos términos relativos depende de que boca salen, qué puño los escribe. ¡Las palabras son tan poderosas y a al vez tan relativas!
Para ir bien por la vida, lo ideal sería encontrar a aquellos que tienen el mismo grado de apego a las palabras que nosotros. Que las viven igual. Que se comprometen con ellas en el mismo grado. Sentarse a compartir un rato con alguien que te dice “me importas mucho” y saber que le importas como tú necesitas importarle, que valora tu vida y que su cariño no sólo dura lo que dura el café… O tener claro que a pesar de que no lo dice mucho, cuando lo dice es de veras…
Sería tan fácil colgarse el grado de apego y valor que le damos a las palabras a la solapa como quien se prende un broche para ir a una cita… Codificarse por números o colores… A más color, más intensidad en cada palabra, más compromiso, más valor… Entrar en un lugar y mirar la solapa y la persona y comprobar que estamos hablando con un individuo con el código correcto. Ir con el color rojo reventón o azul eléctrico en la solapa y esquivar a alguien con un gris marengo o un azul celeste… Ahorrarse el dolor, el choque frontal contra la pared del desánimo, la frustración, la decepción, la cara de idiota cuando descubres que un “te necesito” es sólo un “los martes y los jueves si no me sale nada mejor”… y un “pero a mí no me pidas lo mismo”.
Aunque claro, eso nos ahorraría punzadas en el pecho, pero nos arrebataría la fantasía, la ilusión, el fuego interior… Haría que la búsqueda fuera anodina, rutinaria, falta de magia… Y no nos permitiría aprender, perder, caer, vacilar, descubrir, conocer… Y quién sabe, tal vez vamos por el mundo con un código equivocado, uno que creemos que nos representa porque no hemos conocido otros o es el que nos enseñaron y no tenemos el nuestro propio. Igual necesitamos volver a calibrar las palabras y cambiar el código que llevamos prendido . O tal vez alguien necesita sin saberlo aprender de nosotros a valorar el mundo con otros ojos y tomar prestado nuestro código…
He pensado en ello y lo único que se me ocurre para solucionarlo son más palabras. No doy para más. Me resisto a darme por vencido y perder la confianza en ellas. En ellas y en nuestra capacidad para hacer que todo cambie, cambiar nosotros para modificar lo que hay a nuestro alrededor, hacer que todo sea más fácil al comunicarse… La palabras me mueven, me fascinan y me aturden… Para mí son la medicina contra el desamor, contra la amistad más perversa y egoísta y la pena de sentirse vacío, menospreciado, usado hasta las arterias, enroscado en un situación que te deja seco, agotado, asustado… Más palabras, otras palabras… Tal vez menos palabras pero más valientes, más arriesgadas. Las que se nos quedan siempre en la punta de la lengua, las que imaginamos que decimos pero nunca suenan. Las que nos gritan dentro y nos queman suplicando salir. Las que diríamos si fuéramos quién queremos ser si no tuviéramos miedo… Todas ellas juntas… Y más atreverse a mirar a la cara y decir lo que sentimos, lo que queremos, lo que deseamos, lo que nos preocupa y asusta. Y también preguntar qué hay al otro lado, por si resulta que los desapegados en algún momento somos nosotros… Por si en nuestro afán por mirar las solapas correctas, hemos descuidado la conciencia.
sábado, 18 de enero de 2014
Con el paso del tiempo
Con el paso del tiempo, el lobo más feroz no es más que una sombra voraz y el acantilado parece sólo una roca. Todo cambia de tamaño y tal vez, de forma. Todo se empaña de una luz distinta. Todo se clarifica o se enturbia… Pierde esa intensidad que tenía bajo nuestros ojos de niño temeroso y risueño.
Algunas miradas que antes eran furtivas dan un poco de pena y otras que amenazaban ahora parecen afables. El paso del tiempo acerca lo lejano y borra, a menudo, lo próximo.
Algunos conocidos pasan a ser amigos. Algunos casi hermanos se desvanecen ante nosotros sin más coartada que el destino. Algunos amores intensos y apasionados no soportan los pequeños remiendos necesarios para resistir las embestidas de los días. Otros, a veces más cautos y templados, aguantan y capean temporales. Algunos temporales pueden contenerse en una lágrima y se detienen con una palabra. Otros arrasan madrugadas enteras y silencian lealtades. A veces es necesario que pase el temporal para descubrir lo que te queda… Sólo aquello que realmente había echado raíces en ti. Lo que se sujetaba por un hilo endeble e invisible sale volando en la primera ráfaga.
Con el paso del tiempo, algunos corazones se desesperan y otros se atenúan. Algunos credos toman fuerza y otros se desgastan, se desoyen, se volatilizan. Las palabras dadas y certeras sobreviven. Las que se repetían mucho, pero estaban vacías, ya cansan y se derrumban.
Los más grandes se hacen pequeños con el tiempo si estaban hinchados de vanidad o de aire… Si su brío era falso y su historia era fatua se acaban encogiendo hasta llegar a su tamaño natural. Y entonces descubres que no eran mejores que nadie, que sólo lo parecían.
Con el tiempo, lo fugaz puede ser eterno y lo eterno puede desvanecerse ante tus pupilas mientras alargas la mano para sujetarlo.
Los sueños posibles pierden brillo y los imposibles alcanzan, se tocan. Los bosques frondosos son llanuras y las batallas cesan. Las noches se hacen días, los días se hacen cortos y los años parecen soplos. Buscamos el largo trecho que no nos atrevimos a cruzar ayer y encontramos un sendero corto. Esperamos ver el río caudaloso y encontramos un riachuelo seco. Buscamos al ogro y sólo somos capaces de ver al anciano… Un poco triste, un poco cansado, un poco huraño.
Con el tiempo, sacamos al sol la penas y vemos como se secan y amainan. Las dudas que nos sondean la conciencia se disipan y parecen absurdas y surgen otras distintas e inesperadas.
El tiempo nos da respuestas cuando las preguntas que nos inquietaban cambian. Nos permite reírnos de nuestros miedos y engendra otros nuevos y más sofisticados, que se ocultan en lugares aún más cotidianos y afectan a lo más básico.
El tiempo borra al hombre imperfecto del espejo y muestra al hombre práctico. Cambia al héroe por el compañero. Cambia el imperio por la calle concurrida y la cama limpia. Cambia el precio por el valor y le da valor a lo pequeño, lo sencillo, lo básico. A veces, el tiempo cubre de polvo lo que creíamos mágico y hace de la rutina algo extraordinario.
El tiempo hace caer la venda, marchitar la rosa y romper la presa. Al final, el agua siempre vence porque toma la forma de todo lo que la cerca y se mece, se contiene, se desparrama.
Con el tiempo, lo sencillo es grande, lo grande absurdo y, a veces, lo absurdo se convierte en dogma. El paso del tiempo hace visible lo invisible y aflora perezas y sueños.
Los pensamientos más recurrentes y oscuros se calman, se apaciguan. Las ideas brillantes se sujetan fuerte y los complejos se esfuman.
El tiempo te deja sordo ante las palabras necias y ávido de palabras hermosas. Te da hambre de caricias y sed de certezas, de deseos tangibles y cuentos con final esperado y sólido.
El tiempo devora mitos y deja personas de carne y hueso. Las únicas capaces de superar los golpes y contrarrestar las mareas.
El paso del tiempo es un par de zapatos incómodos para recorrer un camino largo. Un llanto que acaba en risa. Una carcajada que se contrae y termina en rictus amargo. Un suspiro de amor que acaba sin abrazos, ni besos. Un sueño que llega tarde. Un pescador que no pesca, una lluvia esperada que llega y arrasa.
Con el tiempo lo hermoso se pone feo y lo feo, a veces, brilla.
El que preguntaba mucho se convierte en sabio y el que parecía saberlo todo, en ignorante.
No te preocupes… Con el tiempo, el lobo feroz se hace viejo y la roca afilada se desgasta.
martes, 14 de enero de 2014
La diferencia
Lista 1
1.- Nombra las 5 personas más adineradas del mundo...
2.- Nombra las 5 últimas ganadoras del concurso Miss Mundo...
3.- Nombra 10 personas ganadoras del premio Nobel o el Pulitzer...
4.- Nombra los 6 últimos ganadores del Premio Oscar de la Academia...
5.- Nombra los últimos 5 ganadores del Mundial de Futbol...
¿Cómo te fue? ¿Mal?
Esa gente es la mejor en su ramo, pero ninguno de nosotros suele recordar los
titulares de ayer.
- Los aplausos se van.
- Los trofeos se deterioran.
- Los ganadores se olvidan.
Lista 2
1.- Lista algunos maestros o profesores que te hayan ayudado en tu vida.
2.- Nombra tres amigos que te hayan ayudado en tiempos difíciles.
3.- Nombra cinco personas que te hayan dicho algo valioso.
4.- Piensa en algunas personas que te hayan hecho sentir una persona
especial.
5.- Piensa en cinco personas con las que disfrutes pasar tu tiempo.
6.- Nombra media docena de héroes cuyas vidas te hayan inspirado.
¿Como te fue? ¿Mejor?
Las personas que hacen la DIFERENCIA en tu vida NO son aquellos con la
mejores credenciales, el mayor dinero o los mayores premios... La
DIFERENCIA la hacen aquellas personas que se preocupan por ti, que te
cuidan.
¿En qué lista estás?
sábado, 11 de enero de 2014
Hubo un momento...
Hubo un momento en el que creías que la tristeza sería eterna; pero volviste a
sorprenderte a ti mismo riendo sin parar.
Hubo un momento en el que dejaste de creer en el amor; y luego apareció esa
persona y no pudiste dejar de amarla cada día más.
Hubo un momento en el que la amistad parecía no existir; y conociste a ese
amigo que te hizo reír y llorar, en los mejores y en los peores momentos.
Hubo un momento en el que estabas seguro que la comunicación con alguien
se había perdido; y fue luego cuando el cartero visitó el buzón de tu casa.
Hubo un momento en el que una pelea prometía ser eterna; y sin dejarte ni
siquiera entristecerte terminó en un abrazo.
Hubo un momento en el que dudaste de encontrar un buen trabajo; y hoy
puedes darte el lujo de ahorrar para el futuro.
Hubo un momento en el que sentiste que no podrías hacer algo: y hoy te
sorprendes a ti mismo haciéndolo.
Hubo un momento en el que creíste que nadie podía comprenderte; y te
quedaste paralizado mientras alguien parecía leer tu corazón.
Así como hubo momentos en que la vida cambió en un instante, nunca olvides
que un instante también puede cambiar tu vida y aún habrá momentos en que
lo imposible se tornará un sueño hecho realidad.
"Nunca dejes de soñar, porque soñar es el principio de un sueño hecho
realidad".
"Todo lo que sucede, sucede por una razón"
Agosto (La pelicula)
Hace no mucho leí a alguien que decía
que la familia es esa institución social de la que siempre estamos
preconizando su defunción y que en cambio nunca termina de morir. Como
si estuviera hecha a prueba de bombas.
En August. Osage County, adaptación de la obra homónima del dramaturgo, guionista (adapta su propia pieza teatral) y actor Tracy Letts, se narra la descomposición de una familia que se encuentra bajo el yugo de una matriarca gravemente enferma de cáncer (una Meryl Streep a ratos alucinada y alucinógena, y casi siempre demoledora) que ha hecho del ataque a sus seres queridos su única forma de vida. Ahora, que la muerte golpea a su puerta.
Cuanto más decimos que la familia está al borde del colapso más, en realidad, se fortalecen sus lazos. Hay más dependencia emocional entre nuestros padres y nosotros que la que hay entre ellos y nuestros abuelos. Esta cuestión la toca de pasada August durante la fabulosa secuencia de la cena familiar. Ante las quejas de sus hijas por el trato que les dispensó su madre durante su infancia esta responde hablando de la suya, de la terrible relación con su madre, ya no de la frialdad de su relación, sino directamente de la agresividad que la presidía. Más adelante, el personaje de Meryl Streep les dice a sus tres hijas, que quizás eso es lo que ha heredado de su madre. Esa maldición/necesidad de devorar a sus crías. Y quizás su hija mayor (Julia Roberts, fantástica, en uno de los mejores trabajos de su carrera) lo haya heredado también. Quizás toda esa fuerza volcánica, ese odio, ese rencor, es una maldición familiar que corre por los genes y se traspasa de generación en generación, creando madres que de tanto amar a sus hijos los asfixian en sus ansias de control.
Esta película dirigida por John Wells es una gran reflexión sobre la familia como estado de sitio, como cárcel de la que no es posible escapar. En esta película no hay mucho sitio para la esperanza, la familia es una condena a cadena perpetua.
Es una historia tan agria, que se mueve por lugares tan oscuros, que hace difícil amar a unos personajes llenos de miseria.
Si la primera parte es una comedia negra, tras la cena la historia torna en un drama familiar.
Si la primera parte es de Meryl Streep, la segunda lo es de Julia Roberts.
En August. Osage County, adaptación de la obra homónima del dramaturgo, guionista (adapta su propia pieza teatral) y actor Tracy Letts, se narra la descomposición de una familia que se encuentra bajo el yugo de una matriarca gravemente enferma de cáncer (una Meryl Streep a ratos alucinada y alucinógena, y casi siempre demoledora) que ha hecho del ataque a sus seres queridos su única forma de vida. Ahora, que la muerte golpea a su puerta.
Cuanto más decimos que la familia está al borde del colapso más, en realidad, se fortalecen sus lazos. Hay más dependencia emocional entre nuestros padres y nosotros que la que hay entre ellos y nuestros abuelos. Esta cuestión la toca de pasada August durante la fabulosa secuencia de la cena familiar. Ante las quejas de sus hijas por el trato que les dispensó su madre durante su infancia esta responde hablando de la suya, de la terrible relación con su madre, ya no de la frialdad de su relación, sino directamente de la agresividad que la presidía. Más adelante, el personaje de Meryl Streep les dice a sus tres hijas, que quizás eso es lo que ha heredado de su madre. Esa maldición/necesidad de devorar a sus crías. Y quizás su hija mayor (Julia Roberts, fantástica, en uno de los mejores trabajos de su carrera) lo haya heredado también. Quizás toda esa fuerza volcánica, ese odio, ese rencor, es una maldición familiar que corre por los genes y se traspasa de generación en generación, creando madres que de tanto amar a sus hijos los asfixian en sus ansias de control.
Esta película dirigida por John Wells es una gran reflexión sobre la familia como estado de sitio, como cárcel de la que no es posible escapar. En esta película no hay mucho sitio para la esperanza, la familia es una condena a cadena perpetua.
Es una historia tan agria, que se mueve por lugares tan oscuros, que hace difícil amar a unos personajes llenos de miseria.
Si la primera parte es una comedia negra, tras la cena la historia torna en un drama familiar.
Si la primera parte es de Meryl Streep, la segunda lo es de Julia Roberts.
viernes, 3 de enero de 2014
El tiempo
El tiempo en nuestra vida pasa, pasa sin ninguna razón, simplemente pasa y vendrán momentos alegres y momentos tristes, porque todo cambia, y cada vez la vida cambiará más y más, tanto que cuando te des cuenta estarás recordando aquellos momentos únicos que hicieron que tu vida valiera la pena y también aquellos momentos que hicieron que tu mundo se derrumbara, también pensarás en el futuro y en qué rumbo quieres seguir, cual rumbo es posible y cual no, si tendrás éxito o no, si encontrarás o no el amor…
El tiempo siempre pasa para todos pero él es infinito, sin embargo nosotros no y cuando la vida deje de cambiar, no habrá más momentos y por lo tanto ya habrás muerto sigas o no con vida.
Aprovechar el tiempo que tienes mediante los momentos es una tarea exclusivamente de cada uno ya que el tiempo corre, y nunca parará por, ni para nadie. ¿Cuánto corre el tiempo? depende del momento, por ejemplo en este momento estoy escribiendo y el tiempo vuela pero aun así, viendo como el tiempo pasa rápido, siento no sólo que lo aprovecho sino que también disfruto con ello, y poniendo como ejemplo este mi momento debemos hacer de todos los demás momentos algo igual, sentir que lo hiciste bien, y hacerlo bien, eso es lo importante.
Dentro de un tiempo estaré leyendo este mismo texto ya terminado, al igual que recordare más momentos alegres y también más tristes que aun estén por pasar. El tiempo es un ciclo que nunca para y en él, sólo los más fuertes, decididos, valientes y por qué no decirlo, afortunados, pueden conseguir aquello que se proponen. El tiempo hace que tengamos gustos definidos y que cambien a base de experiencias, nos da ilusión, amor, miedo y muchísimos sentimientos, nos da sabiduría, conocimiento y en definitiva toda una vida. Sin embargo, al igual que nos lo da, también nos los quita reduciéndolos a lejanos recuerdos que ya poco recordarás hasta que acaben en el olvido para convertirlos en simplemente nada, y no necesariamente hace falta que se acabe nuestro tiempo para ello…
Al ser ya conocidos y constantemente usados nos aburrimos de todo lo común y es que lo conocido cansa, buscamos lo nuevo y lo que no tenemos porque nos aburrimos de lo repetitivo, dejamos de ser niños para ser ancianos sabios pero acabados. nunca sabremos cuan bueno o cuán malo es el momento hasta que lo recordemos porque no podemos aprovechar las circunstancias que vienen porque nos vienen demasiado rápido porque actuamos demasiado rápido para poder pensar en todo y porque estamos limitados por una ética impuesta hasta por nosotros mismos y unos patrones muy definidos que nos hacen seres completamente sumisos comunes simples y cobardes ante los momentos, y la culpa no es de nadie más que de nosotros mismos,
porque en el momento en el que dejaste de hacer algo por creer que no podías ,empezaste a acostumbrarte a ese “no puedo” y “no soy capaz”, en el momento en el que dejaste que alguien te pisara o te convenciera de algo que en el fondo sabias que no es verdad empezaras a dejar de ser aquel ser capaz de comerse el mundo para convertirte en el que eres, en lo que el 98% que el mundo es, seres con una única meta en la vida, llegar a la meta, sin pararse en lo que importa de verdad, sin pararse en los momentos, sin pararse a aprovechar los momentos.
Hay que saber vivirlo todo, los malos y los buenos momentos. Hay que pararse en el camino a oler las flores, los pequeños detalles son los que mejores recuerdos dejan.
Hay que aprender que por cada día que pase seremos más ignorantes al darnos cuentas cada vez de más y más cosas que uno antes desconocía y de la nueva que desconocerá. Hay que llorar y sentirse mal en momentos de bajón, pero sin llegar a caer en la auto compasión y hay que darse cuenta y ser muy consciente, deteniéndose si hace falta para ello, de aquellos momentos en nuestra vida que formarán la base de quienes somos. Sólo entonces será cuando no hará falta recordar para saber cuán bueno fue el momento porque en ese preciso instante, segundo tras segundo, minuto tras minuto que dura ese acontecimiento, sabrás que es simplemente perfecto y lo disfrutarás como un auténtico privilegiado.
Así que recuerda, todo lo que tenemos es el tiempo, todo lo que somos, el momento, todo se pierde con el tiempo y todo se gana con el momento.
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