Hace no mucho leí a alguien que decía
que la familia es esa institución social de la que siempre estamos
preconizando su defunción y que en cambio nunca termina de morir. Como
si estuviera hecha a prueba de bombas.
En August. Osage County,
adaptación de la obra homónima del dramaturgo, guionista (adapta su
propia pieza teatral) y actor Tracy Letts, se narra la descomposición de
una familia que se encuentra bajo el yugo de una matriarca gravemente
enferma de cáncer (una Meryl Streep a ratos alucinada y alucinógena, y
casi siempre demoledora) que ha hecho del ataque a sus seres queridos su
única forma de vida. Ahora, que la muerte golpea a su puerta.
Cuanto más decimos que la familia está al borde del colapso más, en
realidad, se fortalecen sus lazos. Hay más dependencia emocional entre nuestros padres y
nosotros que la que hay entre ellos y nuestros abuelos. Esta cuestión la toca de pasada August durante la fabulosa
secuencia de la cena familiar. Ante las quejas de sus hijas por el trato
que les dispensó su madre durante su infancia esta responde hablando de
la suya, de la terrible relación con su madre, ya no de la frialdad de
su relación, sino directamente de la agresividad que la presidía. Más
adelante, el personaje de Meryl Streep les dice a sus tres hijas, que quizás eso es lo que ha heredado de su madre. Esa
maldición/necesidad de devorar a sus crías. Y quizás su hija mayor
(Julia Roberts, fantástica, en uno de los mejores trabajos de su
carrera) lo haya heredado también. Quizás toda esa fuerza volcánica, ese
odio, ese rencor, es una maldición familiar que corre por los genes y
se traspasa de generación en generación, creando madres que de tanto
amar a sus hijos los asfixian en sus ansias de control.
Esta película dirigida por John Wells es una gran reflexión sobre la familia como
estado de sitio, como cárcel de la que no es posible escapar. En esta
película no hay mucho sitio para la esperanza, la familia es una condena
a cadena perpetua.
Es una historia tan agria, que se mueve por lugares tan
oscuros, que hace difícil amar a unos personajes llenos de miseria.
Si la primera parte es
una comedia negra, tras la cena la historia torna en un drama familiar.
Si la primera parte es de
Meryl Streep, la segunda lo es de Julia Roberts.
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