Reloj

domingo, 11 de agosto de 2013

Las Buenas personas son como las abejas

Hace poco me pregunté cuál es la peor persona que he conocido en mi vida. La respuesta en realidad importa poco, pero estoy seguro de que he conocido más personas malas que buenas.

Estamos hablando de extremos. La gran mayoría de la gente no es ni blanca ni negra, es gris. Existen esas dos pequeñas minorías: los buenos y los malos. Y entre dichas minorías yo he solido a toparme con los segundos.

Ahora no me gusta pensar que siempre he dado con ellos. Tiendo a ver más lo malo que lo bueno. Supongo que todos ignoramos la luz de una farola hasta que algún imbécil la revienta con una piedra. Entonces notamos la oscuridad.

Las malas personas pueden ser de muchas clases podría ponerme a enumerar toda la fauna de bellacos, malhechores y vampiros que abundan en este mundo de mierda. Pero yo quería hablar de las buenas personas.


Las buenas personas me recuerdan a las abejas. Nadie se acuerda de que las abejas están ahí, pero si ellas desaparecieran nosotros las seguiríamos en poco tiempo. Las abejas trabajan duramente y nadie les agradece nada. Pero sin ellas no habría plantas ni existiría la vida. Y lo mejor de todo es que no les preocupa recibir las gracias o no parece importarles. Incluso aguantan estoicamente el maltrato de los hombres que las envenenan y las utilizan como ganado.

Las buenas personas son similares. Nadie las ve. Normalmente, en el autobús, sólo me fijo en los idiotas que pasan el viaje gritando e incordiando a todo el mundo. A veces omito a los que van callados sin molestar a nadie.

Quizá algunos de ellos sean del tipo que se dedica a hacer cosas buenas en esta vida, simplemente porque sí. Los que no ven en otra persona una herramienta que utilizar sino simplemente a una persona. Gente que no tiene interés en verte solo, aunque ella esté sola. Gente que no te muestra una cosa cuando es otra, sencillamente porque no hay ningún interés oculto en ella.

Estas personas normalmente son las que más sufren porque todo el mundo las maltrata. Ser bueno a menudo incluye poner la otra mejilla y eso tiene sus consecuencias. Y, por lo general, son tipos que no sólo cargan con sus problemas sino también con los ajenos. Y nadie les da nunca las gracias.

Pero las abejas se están extinguiendo. Los hombres envenenan el néctar y cada vez hay menos colonias. Supongo que tarde o temprano desaparecerán y entonces moriremos todos. Es también posible que ocurra lo mismo con la buena gente. Cada vez me fijo menos en ella y al tiempo noto más y más ruido, más maldad, interés, hipocresía, brutalidad y odio.

Me pregunto si puede hacerse algo por proteger a este tipo de personas. A veces pienso que son como el lince: una especie agonizante. Un animal al que nadie ve, sigiloso, se mueve en la noche y se está muriendo. ¿Podemos evitarlo? Los científicos desesperan al no encontrar el mal que está matando a las abejas. Quizá tampoco nadie descubra nunca qué es lo que está aniquilando el bien en este mundo.

Y yo, ¿a qué clase debo pertenecer? No lo sé. Pero juro que moriría tranquilo si supiera que estoy en el lado correcto.

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