Acompañado por sus padres renegó de su libertad y entró en aquella jaula de paredes blancas y ecos desgarradores que provenían de las habitaciones; Caminó por aquel pasillo que se hacía interminable a medida que avanzaba, sentía que lo habían condenado a muerte, que le esperaba la silla eléctrica. Junto con una enfermera y el loquero que llevaba aquellas instalaciones llegaron al último habitáculo, sombrío, sin alma, sólo un proyector y una silla de metal. Lo ataron de pies y manos y le inyectaron una sustancia que hizo que enfermara de repente (vómitos, diarreas, mareos, sudores) a la vez que lo exponían a una serie de videos de personas homosexuales besándose y fotografías de hombres medio desnudos. Estuvo durante horas expuesto a esa terapia, o mejor dicho experimento forzoso; Cuando lo desataron rogó que le dejaran marchar ya que había ingresado de forma voluntaria y no quería continuar con ese castigo, pero el psiquiatra que llevaba aquel enfermizo experimento hizo oídos sordos y le propinó electro-choks dejándolo medio moribundo.
Finalmente cuando abrió los ojos y tras varias lágrimas derramadas en el suelo junto con su propio vómito le dejaron firmar su alta y logró salir de aquella cárcel. Aquel día le hizo abrir los ojos, nació así y nadie le haría cambiar a base de torturas, debía ser feliz y escribir las páginas en blanco de su propio destino. Era su vida y nadie la viviría por él, nadie sentiría lo que él siente si reniega de su ser, si reniega de sus alas.
A la semana siguiente el joven ya orgulloso por quién era visitó un local de ambiente con unos
amigos; Estaba bailando cuando se percató de que un hombre aparentemente
atractivo sentado en la barra lo miraba con deseo. Nuestro joven pájaro
se acercó para conocerlo y para su sorpresa... ¡era su psiquiatra!
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