La envidia es la religión de los mediocres. Los reconforta, responde a
las inquietudes que los roen por dentro y, en último término, les pudre
el alma y les permite justificar su mezquindad y su codicia hasta creer
que son virtudes y que las puertas del cielo sólo se abrirán para los
infelices como ellos, que pasan por la vida sin dejar más huella que sus
traperos intentos de hacer de menos a los demás y de excluir, y a ser
posible destruir, a quienes, por el mero hecho de existir y de ser
quienes son, ponen en evidencia su pobreza de espíritu, mente y redaños.
Bienaventurado aquel al que ladran los cretinos, porque su alma nunca
les pertenecerá.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.